viernes, 8 de marzo de 2013

Resaca.

Se despertó.
No sabía si quitarse las lagañas con los dedos o un alfiler.
Confusiones producto de la estúpida noche.
No sé si nos entendemos.

Abrió los ojos.
Quizá demasiado tarde o demasiado pronto.
Depende de si hubo espacio para las pesadillas o los sueños.
Deseó café e ibuprofeno.
Pero su estómago le suplicó silencio.

'No puedo cerrar los ojos y seguir ¿soñando?
No. Esto no son sueños, son montañas rusas.' - se dijo.

Se levantó.
La camiseta se volcó sobre su hombro izquierdo.
Todo daba vueltas.
Todo.
Hasta los recuerdos.

Vomitó.
Vomitó el pasado que nunca debió elegir.
Vomitó el presente que nunca debió dañar.
Y vomitó el futuro que acababa de joder.

No sé, quizá no sabía el truco de que un buen apoyo sobre la espalda, nos libra de las montañas rusas.
No estamos preparados para cargar todo nosotros mismos.
Puntos de apoyo.

jueves, 7 de marzo de 2013

Y sin embargo.





Sí, Joaquín, tú decidiste quedarte en el 96.
Perdido en las seis de la mañana.
Cuando tú nos contabas que a esa hora se escayolaba el corazón.
Y yo qué.

Yo me quedé en el verano del 99.
Cuando, aún, las seis no me causaban vómitos de penas.
Y mi corazón no necesitaba yeso para soldarse (aún era fuerte y estaba sin estrenar).

Y, dime tú, ahora que somos conscientes de que el tiempo pasa.
Ahora que las ojeras duermen en la almohada
y resoñamos lo soñado porque siempre soñamos con lo mismo.
Dime, ¿por qué coño tardamos siglos en morir y la vida nos acaba pareciendo un instante?

Contigo aprendí que los locos no necesitan suicidarse porque ya no viven en este mundo.
Contigo aprendí que, para hacerlo, uno debe estar muy cuerdo (y ser demasiado valiente).
Contigo aprendí que hay cosas que es mejor no aprender. Como esto.
Ya sabes.
La sociedad no vería bien este tipo de reflexiones. Tú me entiendes.

Porque el amor cuando muere, también mata.
¿Por qué? Porque uno siempre ve el vaso medio lleno y, el que se va, medio vacío.
Y una parte de nosotros siempre mata algo, cuando muere.

martes, 5 de marzo de 2013

Aquel correo que Clara nunca debió enviar.


Y, llegados a este punto, me pides que todo empiece a adquirir un tono más serio (gris, marrón, quizá negro). Te miro desde la cama, observo cada una de tus palabras y huelo el miedo acercándose a mi mente.

No sé como decirte que me encanta tu sonrisa, la manera en la que me desvistes o los juegos de palabras que nos dedicamos cada media noche; pero que no pasaría la vida entera conformándome con lo mismo, cariño. 

Todo, al principio, está bien; pero al fin y al cabo, preferimos que alguien nos vuelque el corazón a que nos haga sus latidos más tranquilos.

Y, de todos modos, siempre he preferido los colores más alegres.

viernes, 1 de marzo de 2013

Noches.

Noches.
Donde la inexistente luz nos llena de incandescencia.
Noches.
Donde las manchas de carmín se escapan por la piel.
Noches.
Donde la única finalidad es conseguir la complacencia.
Noches.
Donde los besos, esos; los tuyos, saben a miel.

Aquellos monstruos que.

Los peores monstruos son los que llevamos dentro. Aquellos que nos hacen pensar de más. Aquellos que levantan lágrimas para mojarnos la almohada. Aquellos que lastiman, cegándonos por si una pequeña parte de nosotros consigue ver la realidad.
No sé, quizá una poción de vinagre y fuerza consiga ahogarlos en su propia amargura. Quizá, así, podamos ser dueños de nosotros mismos.