Y, llegados a este punto, me pides que todo empiece a adquirir un tono más serio (gris, marrón, quizá negro). Te miro desde la cama, observo cada una de tus palabras y huelo el miedo acercándose a mi mente.
No sé como decirte que me encanta tu sonrisa, la manera en la que me desvistes o los juegos de palabras que nos dedicamos cada media noche; pero que no pasaría la vida entera conformándome con lo mismo, cariño.
Todo, al principio, está bien; pero al fin y al cabo, preferimos que alguien nos vuelque el corazón a que nos haga sus latidos más tranquilos.
Y, de todos modos, siempre he preferido los colores más alegres.
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