jueves, 11 de abril de 2013

La tarde en que soñé ser cuerda de arpa.

Y aquí, sentada en el suelo,
todo parece más alto,
menos yo,
convertida en un adorno más,
en esa cuerda de arpa
que se rompe, que no suena,
que deseas recolocar.

Las noches parecen más claras
a la luz de las velas
y los días, con persianas bajadas
no iluminan mis ganas de continuar.

Soy un instrumento roto,
la lágrima en tu página
que difumina todo,
el sol que te quema
llenándote de falsas sonrisas.

Pero yo le aúllo a la luna
creyendo que me escuchará
desde el suelo.
Y ella, muda, me mira
con disimulo.

A dónde irán a parar los gemidos.
A dónde irán a parar los que no mido.
Que no reprimo.
O que no suenan.
Dolor y placer en una sola palabra.

Y vomitando mis ganas de romperte,
de crearte.
El único sonido que se escucha soy yo,
siendo cuerda rota.
Desafinada.
Sin poder ser,
recolocada.

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